Sentido
Emiliano Pillancar
Oscuridad.
Nada más. Percibe el imponente sonido del silencio, tanto silencio que le
molesta.
Después
de lo que parecen haber sido siglos, un pequeño chasquido. Un resplandor apenas
apreciable a lo lejos. Corre hacia él. Corre como lo haría un hombre exhausto
que avanza por el medio del desierto al divisar a lo lejos un oasis. O como lo
haría un científico al crear ese invento, culpable de cientos de noches sin
poder conciliar el sueño. Corre sin parar, pero se pregunta si alguna vez dejó
de estar quieto. Puede ver algo, pero no logra distinguir una forma. ¡Si tan
solo se pudiera acercar más! Ahora que lo piensa, debe estar a gran distancia,
el objeto o lo que diablos sea debe ser enorme.
Ya
pasó un buen tiempo desde que vio por primera vez eso. Que escuchó algo.
Pensar
en que “se debe estar acercando” le da fuerzas para continuar. Tiene que
confiar en su fe, si le hiciera caso a sus sentidos ahora estaría hundiéndose
en un mar de lágrimas. Corre, o al menos eso le parece que está haciendo. Ni
siquiera puede verse los brazos, todo es negro, todo es “nada”. Escucha un
sonido que viene desde atrás, desde donde estaba antes. ¿Antes de que? No podría
describir lo que acaba de escuchar, no existen las palabras, pero el deseo de
regresar es enorme. Esa sensación le baja por el cuello y le llega hasta las
manos. Le retuerce el estómago. Tiene que volver, tiene que volver en sus
pasos, ya no puede aguantar más. ¿Pero que era lo que había visto adelante?
La intriga que le produce le hiela la sangre. Ahora está en problemas, ¿seguir
o volver? La promesa de bienestar, de placer, hacia atrás, que a la vez le da
miedo. ¿A qué se debe ese miedo inexplicable? No puede recordarlo, hace un
gran esfuerzo pero no lo consigue. Cree que avanzar es lo más importante, si
bien no sabe que obstáculos haya en el próximo paso a dar.
Corre
con más ganas, después de todo, “está avanzando”. Cada tanto puede oír
los débiles llamados que le hace su “atrás”, pero por suerte cada vez
parecen más lejanos. Sí, efectivamente está alejándose de aquello tan
tentador y se acerca a lo desconocido. Piensa acerca de él mismo. Su nombre, su
vida, su edad. Ni siquiera sabe si es una persona, si es algo vivo. No puede
recordar. El tiempo no existe, o eso es lo que cree. Antes le había parecido
ver algo, oír algo. Debe estar equivocado, en este lugar o lo que sea no
existen esos conceptos, está razonando mal. No, no existe eso.
Descubre
que no se cansa de correr, está casi sin fuerzas, pero no es por el ejercicio físico
que realiza. Otra vez ese retorcijón en el estómago, luego la sensación extraña
en el cuello y el sudor frío en la frente. ¿Acaso está en algún tipo de
experimento extraño? ¿Está durmiendo y está será una de esas extrañas
pesadillas con las que a veces se despierta en medio de la noche? Piensa, hacia
sus adentros, una frase, un deseo, que dejen de jugar con él, si es que alguien
lo está haciendo.
Varios
días, se le ocurre, deben haber pasado desde que está en esta carrera alocada,
realmente si lo es. ¿Quién puede no enloquecer después de estar una eternidad
corriendo en medio de la nada, sin un punto de referencia, sin sentido del
tiempo, sin siquiera saber si avanza o retrocede o qué? - Bueno, por lo menos
tengo suerte - piensa - tal vez
llegó mi momento de dejar la vida en la tierra y esto es la otra vida, el
comienzo de mi muerte. Después de todo no está tan mal, no hay habitaciones de
tortura ni pasadizos mugrientos como en las películas. Voy a extrañar mucho a
mis seres queridos, sé que los quiero pero en este momento no los puedo
recordar, tal vez más adelante empiece a recuperar mi memoria y hasta pueda
encontrar las respuestas que ahora busco-.
Un
chasquido apenas audible, parece provenir de adelante. Realmente no fue un
sonido, aunque eso le pareció. Lo sintió con el cuerpo y ahora está seguro.
¿Pero como puede ser? La idea lo hace marear así que decide olvidarla por el
momento. Hay cosas más importantes, como correr.
Está
atrapado, pero no como lo pudiera haber imaginado. Sabe que está rodeado y que
tal vez no le quede mucho tiempo de vida. Pensándolo bien, entonces no debe
estar muerto, ¿si no a que le está temiendo? “Eso” se acerca, despacio,
como disfrutando del terror que le produce. No puede ver su propio cuerpo, así
que sería mucho pedir el poder ver a su atacante. Le pasa por los costados, ya
está a su lado, lo roza y nota que se mueve a gran velocidad. Que decepción.
Tanto tiempo utilizado para venir hacia este lugar, tanto trabajo...
Bueno
el tiempo está perdido, pero tiene que existir una explicación. Siente como
una ráfaga de aire lo invade, es tan fuerte que empieza a sentir frío. Es víctima
del aire. No sabe como el aire le pueda lastimar, pero no parece muy amigable.
No lo tiene que pensar dos veces. Un duro golpe le da contra su frente y lo deja
totalmente mareado. Más golpes en los brazos, y luego contra los dedos. Que
dolor, es insoportable. Realmente no lo merece. El aire embravecido tiene un
arma, le recuerda a una navaja, pero está hecha de aire. Parece acero, pero
debe estar viendo mal. Escucha voces a lo lejos entrecortadas, imposibles de
entender, el coloso de aire tapa todo. Es tan fuerte el sonido que produce que
piensa que debe estar perdiendo la razón. Trata de acostarse y ruega que todo
termine de una vez.
La
navaja o lo que sea se clava en su carne. Penetra en las heridas todavía no
cicatrizadas. Ahora comienza a ver sus brazos, tienen un aspecto no muy
agradable, aunque no recuerda donde había recibido esas heridas con
anterioridad. El dolor que siente es indescriptible, es tan fuerte que se olvida
lo que estaba pensando. Otro golpe en la frente y vuelve a quedar recostado
sobre el piso, o esa especie de “abajo”. Ahora puede ver y oír, pero el
piso le sigue pareciendo tan negro como en el primer momento. Sin saber por qué,
se levanta con lo mínimo que queda de fuerza en su cuerpo. Su cuerpo parece no
obedecerle, pero se levanta. No puede calcular cuanto tiempo pueda permanecer en
pié. Tal vez 5 segundos, o tal vez esté exagerando. Permanece así parado,
como pidiendo otra última oportunidad. Si se acuesta en ese suelo negro, no se
volverá a levantar y de eso está seguro.
Esa
masa de aire con forma de huracán, se acerca con sus navajas y moviéndolas en
un ritmo extraño, casi como si danzaran. Sabe que no hay probabilidades de
sobrevivir, ¿pero que otra opción le queda? Además su cuerpo se comporta muy
extraño, no está seguro de que pueda defenderse en el momento en que ese huracán
inmenso se acerque en busca del golpe final. Los ojos se le cierran, tal vez
nunca más vea. Sus oídos dejan de percibir sonidos, no sin antes hacerle
sentir un ruido descomunal que casi lo hace caer. Parece que ya no respira.
Siente como la hierba comienza a crecer rápidamente bajo sus pies. ¿Será está
otra trampa del “Sr. Aire”? Abre la boca para tratar de hablar y apenas
puede pronunciar un - Por favor – con su reseca garganta; y es lo último que
logra decir antes de quedarse mudo. Está parado sobre unas flores, le dicen sus
pies. Para variar, deja de sentir eso también.
No
ve, no escucha, pero logra sentir un frío intenso por todo el cuerpo, que le
eriza los pelos del cuerpo. Ahora debe estar muerto, debe haber llegado el fin
definitivamente. Sin sentidos es imposible saber cuando reciba el golpe que lo
lance varios metros hacia atrás, o que las navajas lo destrocen tanto como él
no se lo merece. Tal vez ya ocurrió, tal vez nunca ocurra y esa sea la peor de
las condenas. Sin embargo y pese a todo, se siente bien. Le cuesta pensar, tal
vez el maldito huracán lo haya decapitado, ¿como saberlo? además de poco
serviría ya. Pese a todo se siente bien.